Pensad en Flebas

Una guerra, impuesta para unos, considerada obligatoria para otros, sacude la galaxia. Por un lado, La Cultura, una mega-estructura social en la que conviven humanos y máquinas, basada en la búsqueda del placer y el conocimiento. Por otro, los Idiranos, seres trípedos con fuertes convicciones religiosas cuya única meta es convertir a su credo a todas las sociedades inferiores que se encuentran en su camino.

Los Cambiantes, seres humanoides capaces de controlar todos sus sistemas biológicos de manera consciente, lo que les permite transformarse en cualquier persona, comparten hogar con los Idiranos, en un satélite que se encuentra en el sistema de estos últimos. Horza, un cambiante, participa en esta guerra como aliado de los trípedos.

Ahora tiene encomendada una importante misión que podría dar una ventaja esencial a los Idiranos: Capturar una “mente”, un cerebro-máquina de La Cultura que ha conseguido escapar de la destrucción de una manera nunca antes vista y que se refugia en un Planeta de los Muertos; uno de esos planetas que una civilización muy superior (los Dra’Azon) conserva como museo del recuerdo de sociedades que fracasaron y desaparecieron antes de conseguir salir de su planeta. No le será fácil, pues tiene que enfrentarse al inmenso potencial de La Cultura, encarnado en la figura de Balveda, una agente humana que le persigue para que fracase en sus propósitos.

Primera novela de la serie de La Cultura, Iain M. Banks utiliza, curiosamente, a un enemigo de la misma para estructurar su presentación de esta sociedad de dimensiones galácticas. Según sus propias palabras, Banks concibe este libro como un intento de demostrar que un solo individuo no tiene, en realidad, fuerza suficiente como para cambiar el curso de la historia de una civilización.

Estructurada como una Space Opera, una novela de aventuras ambientada en el espacio, tenemos los elementos clásicos de la ciencia ficción que han marcado el género desde sus comienzos hasta la fecha de publicación de esta obra (1987). Podemos encontrar, por ejemplo, ideas parecidas a las de Larry Niven en su Mundo Anillo, en este caso en algo llamado Orbital (que no sé si es porque estaba espeso, pero no terminé de hacerme una idea clara de su estructura); Formas de transporte que utilizan el hiperespacio, inmensas naves capaces de albergar ciudades de millones de habitantes, alienígenas de distintos tipos… Mientras lo leía pensaba que sería una historia estupenda para una serie de televisión.

Una vez presentados los personajes principales, Horza y Balveda, además de los tripulantes de la nave pirata (Turbulencia en cielo despejado) que utilizará el cambiante para desarrollar su tarea de encontrar a la mente de la cultura, la segunda parte de la novela se desarrolla en el Orbital Vavatch, que pertenece a La Cultura pero que será destruido por motivos estratégicos. Aquí es donde encontramos lo más interesante del libro: el mismo orbital (pensado como una especie de inmensa zona de recreo, con un océano de millones de kilómetros y barcos cientos de veces mayores que el Titanic), el juego del daño, al que es adicto el jefe de la nave pirata (Kraiklyn) y, desde luego, la secta de los Devoradores, un culto horrible y degenerado.

La última parte, ya en el planeta de los muertos, es, para mí, la gran pega de este libro. La resolución de la historia se alarga y se alarga durante decenas de páginas y estropea el ritmo de la obra. Uno acaba harto de túneles y trenes.

A pesar de este final y de algunos cabos sueltos, es una gran novela de aventuras que engancha desde el principio. Bastante recomendable.

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