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Puerta al verano

Un brillante ingeniero es dueño, junto a su prometida y un buen amigo, de una empresa que comienza a despegar en el mercado. Es 1970 y Dan ve cómo nada de lo que le rodea es cierto. En un argumento típico de novela negra, su novia, secretaria del negocio, y su gran amigo Miles, consiguen expulsarlo de la sociedad, quedándose con las patentes y las ideas de Dan. Éste, desesperado, toma una decisión definitiva: el largo sueño. Quedará en hibernación (él y su gato Petronius) y será despertado 30 años después, cuando sus enemigos ya no puedan ejercer ninguna influencia sobre él. Pero Dan no contaba con que podría atravesar esa puerta en ambas direcciones y el estafado termina siendo el gran triunfador de la historia.

Heinlein, ganador de varios premios Hugo, afronta en esta novela el tema del viaje en el tiempo desde dos perspectivas, una viable en un futuro no muy lejano, y otra sumergida en los terrenos de la pura ciencia ficción. Viajar en el tiempo hacia el futuro es posible, bien congelando el cuerpo (opción que elige Heinlein en la forma del largo sueño), bien viajando a una velocidad cercana a la de la luz. Lo de viajar al pasado ya requiere que nos adentremos en una de esas imposibilidades de las que habla Michio Kaku, y que aparece aquí como un descubrimiento aislado por parte de uno de esos científicos geniales y ocultos.

Incluso sin saber que el autor fue ingeniero en la vida real, queda en el lector la firme sensación de que es un libro realmente escrito por uno de ellos, las páginas están salpicadas de referencias a ese mundo y el personaje parece pensar como tal.

El argumento, practicamente una novela negra (con ingeniero en vez de detective) está muy bien hilvanado; no entra sino levemente en el tema de las paradojas temporales, pues evita bucles incómodos para que toda la trama cuadre desde el principio hasta el final y todo en el libro queda perfectamente explicado: un buen trabajo de ingeniería literaria.

En definitiva, una novela muy recomendable de uno de los más aclamados escritores de ciencia ficción de todos los tiempos.

 

Título: “Puerta al Verano”

Autor: Robert A. Heinlein

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 100.

1957 (edición 1986)

189 páginas

Un caso de conciencia

En su búsqueda de planetas que sirvan como paradas en sus viajes estelares, la humanidad encuentra el planeta Litina, habitado por seres inteligentes de apariencia reptiliana. La expedición que se encarga de calificar la validez del planeta cuenta con un biólogo y sacerdote,  el padre Ruiz Sánchez, que durante su tiempo de estancia en el planeta aprende el idioma de los litinos y analiza su biología y su cultura; una sociedad sin Dios, regida por la razón. Esta situación, totalmente desconocida para el ser humano, crea en el biólogo un conflicto religioso que le lleva a una conclusión sorprendente.

Esta es la interesante premisa de esta novela, ganadora del premio Hugo de 1959 y escrita por James Blish, y que sería la primera parte de una serie de libros dedicados al conocimiento y sus aspectos religiosos (After such knowledge).

Pero esta idea inicial va tornándose, poco a poco, en algo mucho más prosaico y que no termina de convencerme. La confrontación religiosa en la mente del protagonista se dispersa en la novela, centrándose en otras situaciones que dejan de lado lo más interesante del planteamiento.

No obstante, no deja de ser un libro enigmático, que requiere un esfuerzo del lector para comprender la lucha interna que provoca la fe y el hecho de enfrentarla a la razón científica. Una de las claves reside en la lectura que el padre Ruiz Sánchez intenta desentrañar durante su expedición a Litina: el Finnegan’s Wake, de James Joyce, un libro en el que el autor juega con el propio lenguaje y con el que daba un paso más después de su famoso Ulises. Si el Ulises terminaba con un extenso monólogo en el que intentaba recrear la sucesión de ideas del personaje justo antes de dormir, en esta otra obra se sumerge en el mundo onírico sin sentido, lleno de juegos lingüísticos y que abandona el concepto de trama. Ruiz Sánchez se enfrenta a su propio conflicto interno como intenta enfrentarse a la comprensión del Finnegan’s Wake. En la segunda parte del libro, se diluye este conflicto y queda, en cierto modo, no resuelto.

 

Título: “Un Caso de Conciencia”

Autor: James Blish

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 17.

1958 (edición 1977)

205 páginas

El Roecerebros

06

Una sociedad cuyos avances tecnológicos perjudican a la evolución de la especie humana; por un lado, el “efecto dinosaúrico”, que lleva a las máquinas más modernas a cometer errores inevitables debido a su complejidad. Por otro lado, el “roecerebros”, algo que hace que el coeficiente intelectual del ser humano baje hasta ser imposible realizar tareas complicadas.

Este es el marco en el que se mueve esta novela de K. Pedler y G. Davis, conocidos por su trabajo en la serie de ciencia-ficción británica Doctor Who.

La historia no deja de ser una llamada de atención ante la complicación en aumento de la tecnología, de cómo puede afectar no sólo al planeta sino al propio ser humano, cambiando incluso sus estructuras mentales. Es un debate que está en plena actualidad: cómo incide el nuevo entorno tecnológico en nuestro cerebro. En menos de un siglo nos enfrentamos con una realidad aumentada, una avalancha de estímulos audiovisuales con los que tenemos que convivir para ser competitivos o incluso para sobrevivir en la nueva jungla.

La temática es una de las virtudes del libro, que también adolece de varios defectos, como la poca agilidad en la narración, una línea argumental con giros algo bruscos y poco comprensibles, o la poca credibilidad de algunos personajes. Aún así, es lectura recomendable, aunque sólo sea para reflexionar sobre nuestra relación con las nuevas tecnologías.

 

Título: “El Roecerebros”

Autor: K. Pedler y G. Davis

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 6.

1974 (edición 1976)

235 páginas

Infierno


Un astrofísico escoces, sumergido en los entresijos políticos para conseguir la construcción de un radiotelescopio, descubre junto con su compañeros australianos una anomalía en el centro galáctico que parece indicar un desastre que podría afectar definitivamente la vida en la Tierra.

El conocido astrónomo Fred Hoyle y su hijo, Geoffrey Hoyle, pergeñan un libro menor dentro de la literatura de ciencia ficción, que sólo será recordado por la importancia científica del autor.

Alguna idea interesante, pero insufrible desde el principio. Bastante mediocre, llena de testosterona (algo que no beneficia en absoluto a la historia) y una pesadísima primera parte sobre cuestiones político-económicas en la ciencia oficial que se eterniza. Especialmente infumable el personaje principal (que parece estar encantado con la vuelta a la barbarie), los caracteres muy poco perfilados, etc… Bastante aburrida.

Título: “Infierno”

Autor: Fred y Geoffrey Hoyle

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 10.

1973 (edición 1976)

164 páginas

Naufragio

Tansis acaba convirtiéndose en el único superviviente de una expedición en busca de planetas habitables. Después de un aterrizaje forzoso en una cápsula de evacuación, después de ver morir a los únicos tres supervivientes además de él, se encuentra en un planeta en el que la vida resulta más que difícil.

Toda la historia se centra en la lucha por la supervivencia en un ambiente dominado por una forma de vida vegetal omnipresente y unos cuantos animales primitivos (únicamente encuentra una especie que podría considerarse inteligente, pero con la que le es prácticamente imposible comunicarse, ni verbal ni gestualmente).

Pero no sólo tiene que enfrentarse a los problemas provocados por las condiciones del planeta; tiene que sortear el estricto protocolo de seguridad del ordenador de la nave para poder seguir utilizando las funciones básicas del mismo. Este aspecto de la historia es un punto a su favor: toda una reflexión sobre las consecuencias de la dependencia tecnológica, que poco a poco se impone en cualquier sociedad avanzada.

Este libro de Charles Logan provoca sensaciones contradictorias: por un lado, hubo momentos en los que la monotonía del planeta descrito contagia a la narración, por lo que se hacía realmente pesado continuar con la lectura.

Pero, superando esos baches de desesperación, la historia (que es cierto que no deja de ser un Robinson Crusoe en otro contexto) consigue la empatía del lector hacia el personaje.

A pesar de sus escasas 200 páginas, he tardado una semana en leerlo, y, aunque pensé en dejarla de lado, en un par de días estaba tan atrapado en la capa de cintas como el protagonista. Creo que eso no es fácil de conseguir y por eso la recomiendo.

 

Título: “Naufragio”

Autor: Charles Logan

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 39.

1975 (edición 1978)

187 páginas

La balada de Beta-2


Un joven estudiante de antropología en una época futura recibe el encargo de documentar una obra poética creada por unos colonizadores cuyas naves sufrieron un percance antes de llegar al planeta al que estaban destinados: todos los ocupantes llegaron muertos y algunas naves fueron destruidas. La única información del desastre sobrevive crípticamente en los versos de la conocida “Balada de Beta-2”.

Es la primera obra que leo de Samuel R. Delany y, definitivamente, merece la pena esta pequeña historia, finalista de los premios Nebula de 1966, bien construida, enmarcable dentro de la ciencia ficción más pura, pero que es algo más. Los extractos de “La Balada de Beta-2” que aparecen en la novela parece ser que fueron escritos con la ayuda de la que fue su mujer, la poetisa Marilyn Hacker.

Delany utiliza los estándares de la ciencia ficción para elaborar una reflexión sobre la religión, la experiencia mística y el deseo de inmortalidad.

No deja de parecer más un borrador para una historia más larga y elaborada, más que una novela completa, pero Delany consigue transmitir esas ideas principales con bastante pericia. Absolutamente recomendable.

 

Título: “La Balada de Beta-2”

Autor: Samuel R. Delany

Ed. Martínez Roca, Superficción, nº 14.

1965 (edición 1976)

148 páginas